Cómo estaba organizada la congregación cristiana
Desde el tiempo de Moisés la nación judía se halló en una posición singular: fue la congregación de Dios. Mediante un sistema de ancianos, cabezas o jefes, jueces y funcionarios, Dios produjo una congregación eficazmente organizada. (Jos. 23:1, 2.) No obstante, la nación judía perdió su puesto privilegiado al rechazar al Hijo de Jehová. (Mat. 21:42, 43; 23:37, 38; Hech. 4:24-28.) En el Pentecostés de 33 E.C. la congregación cristiana de Dios reemplazó a la congregación de Israel. ¿Cómo se organizó esta congregación cristiana?
Ya en el día del Pentecostés los discípulos se “[dedicaban] a la enseñanza de los apóstoles”, lo que indica que en un principio estaban unidos gracias a esta enseñanza. Desde aquel primer día se reunieron “de común acuerdo”. (Hech. 2:42, 46.) Al irse extendiendo la obra de hacer discípulos, se fueron formando congregaciones de creyentes, primero en Jerusalén y luego fuera de allí. (Hech. 8:1; 9:31; 11:19-21; 14:21-23.) Tenían la costumbre de reunirse tanto en lugares públicos como en casas privadas. (Hech. 19:8, 9; Rom. 16:3, 5; Col. 4:15.)
¿Qué impidió que la congregación cristiana en crecimiento fuera un grupo de congregaciones locales independientes sin mucha cohesión? Estaban unidas bajo un solo Caudillo. Desde el principio, Jesucristo fue el Señor y Cabeza nombrado de la congregación; todas las congregaciones lo reconocían como tal. (Hech. 2:34-36; Efe. 1:22.) Cristo dirigió activamente desde los cielos los asuntos de su congregación en la Tierra. ¿Cómo? Mediante espíritu santo y los ángeles, puestos a su disposición por Jehová. (Hech. 2:33; compárese con Hechos 5:19, 20; 8:26; 1 Ped. 3:22.)
Cristo tenía otro instrumento que podía utilizar para mantener la unidad de la congregación cristiana: un cuerpo gobernante visible. Al principio el cuerpo gobernante se componía de los apóstoles fieles de Jesús. Más tarde incluyó a otros ancianos de la congregación de Jerusalén, así como al apóstol Pablo, aunque este no residía en esa ciudad. Toda congregación reconocía la autoridad de este cuerpo central de ancianos y acudía a él en busca de dirección cuando surgían cuestiones de organización o doctrina. (Hech. 2:42; 6:1-6; 8:14-17; 11:22; 15:1-31.) ¿Con qué resultado? “Por lo tanto, en realidad, las congregaciones continuaron haciéndose firmes en la fe y aumentando en número de día en día”. (Hech. 16:4, 5.)
El cuerpo gobernante, dirigido por espíritu santo, supervisaba el nombramiento de superintendentes y auxiliares, siervos ministeriales, que atenderían a cada congregación. Estos hombres satisfacían requisitos espirituales que aplicaban a todas las congregaciones, y no solo normas locales. (1 Tim. 3:1-13; Tito 1:5-9; 1 Ped. 5:1-3.) Se instaba a los superintendentes a seguir las Escrituras y someterse a la dirección del espíritu santo. (Hech. 20:28; Tito 1:9.) También se animaba a toda la congregación a ‘ser obediente a los que llevaban la delantera’. (Heb. 13:17.) Así se mantenía la unidad no solo dentro de cada congregación local, sino dentro de la congregación cristiana en su totalidad.
Aunque algunos hombres ocupaban puestos de responsabilidad, los testigos cristianos de Jehová del siglo primero no hacían distinción entre clero y legos. Todos eran hermanos; había un solo Caudillo: el Cristo. (Mat. 23:8, 10.)
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