sábado, 4 de junio de 2011

La Atalaya: ¿Quién es Jesucristo?

 
“¿Quién dicen los hombres que soy?”
En las fechas navideñas, época en la que se celebra por todo el mundo un cumpleaños. ¿Quién es el protagonista de tal celebración? ¿El Hijo de Dios, o un judío devoto que procuró reformar la religión que predominaba en su tierra en el siglo primero? ¿Un defensor de los pobres, un rebelde que supuso tal amenaza para el Imperio romano que fue ejecutado, o quizá un sabio que predicó el conocimiento de uno mismo y un reino interior de sabiduría? En vista de todo lo que se ha dicho acerca de Jesús, es lógico que nos preguntemos quién fue él en realidad.
Al propio Jesús le interesaba lo que opinaban de él los demás. “¿Quién dicen los hombres que soy?”, dijo a sus apóstoles en cierta ocasión (Marcos 8:27). ¿Por qué formuló una pregunta como esa? Pues bien, muchos de sus seguidores ya lo habían abandonado, y parece que otros quedaron perplejos y decepcionados cuando no dejó que lo nombrasen rey. Además, frente al desafío de sus enemigos, se negó a proporcionar una señal del cielo que confirmara su identidad. ¿Cómo respondieron los apóstoles? Mencionaron algunas de las opiniones populares: “Algunos dicen Juan el Bautista; otros, Elías; otros más, Jeremías o uno de los profetas” (Mateo 16:13, 14). Asimismo, por Palestina circulaban otros epítetos peyorativos que sus discípulos no dijeron, como blasfemo, charlatán, loco y falso profeta.
Muchas formas de ver a Jesús
Si Jesús planteara la misma cuestión en la actualidad, tal vez con una ligera variante, “¿Quién dicen los eruditos que soy?”, muy probablemente la respuesta sería: “Hay numerosas opiniones”. Según David Tracy, de la Universidad de Chicago, se han pronunciado multitud de teorías e interpretaciones en torno a la figura de Jesús, sus palabras y obras. A lo largo del siglo pasado, los investigadores recurrieron a infinidad de complejos métodos sociológicos, antropológicos y literarios a fin de saber quién era Jesús en realidad. ¿A qué conclusión han llegado?
Algunos eruditos siguen sosteniendo que el Jesús histórico fue un profeta judío escatológico que predicaba el arrepentimiento, pero se resisten a llamarlo Hijo de Dios, Mesías o Redentor. La mayoría de ellos pone en tela de juicio el relato bíblico de su origen celestial y su resurrección. Para otros, Jesús fue tan solo un hombre que, a través de sus enseñanzas y vida ejemplar, inspiró diversas religiones que acabaron absorbidas por el cristianismo. Y, según Theology Today, hay quien ve a Jesús como “un individuo suspicaz, un sabio errante o un ignorante con aire de místico, un organizador de la comunidad, un poeta hippy que importunaba a la clase dirigente o un astuto agitador social que actuaba entre las empobrecidas y furiosas multitudes de la atrasada Palestina rural”.
Estas versiones poco comunes de Jesús no son las únicas. La imagen de un Jesús negro se está difundiendo en la música rap, en el arte urbano e incluso en el baile. Hay quienes especulan sobre la posibilidad de que Jesús fuera en realidad una mujer. En el verano de 1993, en la Feria del Condado de Orange (California, EE. UU.) se expuso una estatua desnuda de “Cristi”, una versión femenina de Cristo en la cruz. Otra figura similar, “Crista”, se pudo ver para las mismas fechas en Nueva York. Ambas estatuas suscitaron mucha controversia. Y a principios de 1999 se publicó un libro “sobre el amor [que] el Niño Jesús y su perro, Ángel, se profesaban”. La obra califica tal relación de “espiritualmente emotiva y muestra cómo el muchacho y el animal están dispuestos a dar la vida el uno por el otro”.
¿Es una cuestión relevante?
¿Por qué debería interesarnos la identidad de Jesús? En primer lugar, porque, como dijo Napoleón, “Jesucristo ha ejercido influencia y mando sobre sus súbditos sin su presencia corporal visible”. Por sus enérgicas enseñanzas y por su modo de vivir, Jesús ha calado hondamente en la vida de miles de millones de personas durante casi dos mil años. Como bien lo expresó un escritor: “El conjunto de cuanto ejército haya marchado y cuanta armada haya sido construida y cuanto parlamento haya funcionado y cuanto rey haya gobernado no ha tenido en la vida del hombre sobre esta Tierra un efecto que iguale al de él”.
Además, es necesario saber quién fue y quién es Jesús debido a lo que hará por nosotros en el futuro, en nuestro futuro. Tenemos la perspectiva de ser súbditos del Reino de Dios, un gobierno celestial dirigido por Cristo, quien devolverá a nuestro arruinado planeta el equilibrio ecológico y su magnífica biodiversidad. Las profecías bíblicas garantizan que su Reino eliminará el hambre, cuidará de los pobres, curará a los enfermos y resucitará a los muertos.
Seguramente desea saber qué clase de persona es la que dirige un gobierno tan necesario. El próximo artículo le permitirá conocer al verdadero Jesús.
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Esperanza ante la muerte de un ser querido

 El efecto devastador de la muerte
El efecto devastador de la muerte
“NIÑA DE SEIS AÑOS SE SUICIDA.” Con este titular se informó de la trágica muerte de una pequeña llamada Jackie, cuya madre había fallecido hacía poco, víctima de una enfermedad incurable. Antes de arrojarse a las vías del ferrocarril, Jackie les dijo a sus hermanos que quería ‘ser un ángel para estar con su mamá’.
Ian tenía 18 años cuando le suplicó a su párroco que le explicara por qué su padre había muerto de cáncer. El sacerdote le dijo que Dios se lo había llevado al cielo porque era un hombre bueno. Tras oír aquella explicación, Ian no quiso saber nada más de un Dios tan cruel. Sin encontrarle ningún sentido a la existencia, se entregó a la búsqueda del placer en la bebida, las drogas y la inmoralidad. Su vida estaba fuera de control.
“Los vivos tienen conciencia de que morirán”
Estos dos trágicos episodios ilustran el efecto devastador que puede tener la muerte en la vida de las personas, sobre todo cuando ocurre de repente. Todos conocemos la veracidad de la siguiente afirmación bíblica: “Los vivos tienen conciencia de que morirán” (Eclesiastés 9:5). Pero muchos prefieren ignorar esta cruda realidad. ¿Y usted? La vida absorbe tanto de nuestro tiempo y atención que es posible que desterremos del pensamiento la realidad de la muerte, una realidad que nos parece muy lejana.
“La mayoría de la gente le teme a la muerte y procura no pensar en ella”, dice The World Book Encyclopedia. Pero un accidente o una enfermedad grave pueden ponernos súbitamente cara a cara con la muerte; o tal vez el funeral de un amigo o un pariente sea un cruel recordatorio del final que le aguarda a toda la humanidad.
Sin embargo, en los funerales los dolientes suelen decir algo así como: “La vida sigue”. Y es cierto. De hecho, la vida pasa tan rápido que cuando nos damos cuenta, ya tenemos encima los achaques de la vejez. Entonces la muerte ya no nos parece tan lejana. Hay que asistir a demasiados funerales y soportar la pérdida de demasiados viejos amigos. Una inquietante pregunta martillea en la cabeza de muchos ancianos: “¿Cuándo me tocará a mí?”.
El gran misterio
Aunque nadie niega la certeza de la muerte, lo que haya después sí constituye un gran interrogante. Las múltiples explicaciones contradictorias hacen que los escépticos consideren el asunto un debate inútil sobre lo desconocido. La persona pragmática tal vez concluya que, puesto que “sólo se vive una vez”, debemos aprovechar la vida al máximo.
También hay quienes rehúsan creer que la muerte le ponga fin a todo, pero no tienen una idea clara de qué ocurre después. Algunos suponen que la vida continúa en un lugar de dicha eterna, mientras que otros sostienen que volverán a vivir en un futuro, quizás siendo otra persona.
Sea como sea, los dolientes siempre se preguntan: “¿Dónde están los muertos?”. Hace años, los integrantes de un equipo de fútbol se dirigían a cierto lugar para participar en un encuentro deportivo cuando un camión chocó contra el minibús en el que viajaban, haciendo que se volcara y se saliera de la carretera. Cinco de los jugadores murieron. Desde entonces, la madre de uno de ellos ha dejado prácticamente de vivir y no cesa de preguntarse dónde estará su hijo. Visita con frecuencia la tumba y pasa horas hablando con él en voz alta. “Tiene que haber algo más después de la muerte, pero en realidad no sé lo que es”, se lamenta.
Es obvio que la actitud que tengamos hacia la muerte puede influir en nuestra vida. En vista de las reacciones de los seres humanos ante la tragedia de la muerte, se suscitan varias preguntas. Le invitamos a pensar en cómo las respondería usted. ¿Convendría sencillamente olvidarnos de la muerte y concentrarnos en vivir? ¿Deberíamos dejar que la constante amenaza de la muerte nos amargara la existencia? ¿Tienen los dolientes que pasarse toda la vida preguntándose dónde estará el ser amado que ha fallecido? ¿Debe la muerte seguir siendo un misterio?
w05 15/8 págs. 3-4